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Ella no lo sabe, no lo bastante porque de haberlo sabido se habría escapado sola y le habría mandado una fotografía en blanco y negro con una súplica: ven a por mí, que no entiendo estas calles si no estás. El habría ido en un caballo blanco como en la película y habría escalado la torre hasta encontrarla en la cumbre, mirando las estrellas. Y se habrían besado allí arriba contemplando una ciudad que sólo sabe gritar palabras de amor en francés, o palabras que en francés suenan a palabras de amor...
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